jueves, 8 de noviembre de 2007

Hip hop sobre rieles


Un viaje diario en metro les alcanzó para comprar sus casas

Dos raperos convierten los vagones del metro en el lugar idóneo para realizar sus presentaciones y ganarse el sustento diario

Antony y Juan Carlos —o ANT y Juan C, como rezan sus nombres artísticos— son hermanos, jóvenes y comparten una pasión: el hip hop. Dicen que ser raperos es un don que les ha dado Dios y, tiene que ser así, porque gracias a lo que reciben por las presentaciones que diariamente protagonizan dentro de los vagones del Metro de Caracas lograron comprarse dos terrenos en Antímano y construirse cada uno una casa.
Además, el dinero que su audiencia tiene a bien entregarles al finalizar cada actuación les sirve para llevar comida a sus mesas todos los días y para pagar el estudio de grabación donde se reúnen con los otros tres miembros de su banda: Animal Hood.
La jornada suele comenzar en la línea 2. Unas cuantas estaciones son necesarias para calentar la voz y prepararse para las actuaciones que les esperan a lo largo de la línea 1. Tienen más de cinco años interpretando hip-hop. Antes cantaban en las “camioneticas”, pero se cansaron de “tragar humo”. Ahora, entretienen a los viajeros del subterráneo caraqueño y, mientras recolectan el dinero que les sirve para vivir y para pagar el estudio en el que graban su disco, se camuflan entre los ríos de usuarios del servicio de transporte.
En un incesante entrar y salir de un vagón a otro, siempre de forma sistemática y organizada para no repetir audiencia, transcurre su día de trabajo o la “rutina del rapero”, como ellos la denominan.
En un vagón envían un “saludo al señor de la gorra roja” y en el siguiente “a la abuelita de la linda sonrisa”. La reacción del público, así como su repertorio, varía de presentación en presentación. Mientras que en algunas ocasiones sólo reciben tímidos aplausos, en la mayoría recogen todo tipo de halagos: “Bravo, muchachos”, gritó una señora; “Un autógrafo, un autógrafo”, bromeó un estudiante.
La empatía y solidaridad de los viajeros queda demostrada de distintas maneras. Son muchos los que no dudan en abrir sus monederos para retribuir a los jóvenes por aquel instante de entretenimiento inesperado. Las monedas, que luego cambiarán por billetes en alguno de los locales de comida rápida con los que tienen “convenio”, se van acumulando en el bolso que Juan C lleva cruzado en el pecho y que, de cuando en cuando, se enreda con el rosario de madera que adorna su cuello.
Los pasillos de los vagones son sus escenarios y no dudan en apropiarse de ellos para compartir con los pasajeros canciones que, además de divertir, buscan crear conciencia y compartir su identidad. Juan C y ANT se desplazan a lo largo de la cabina –pulsera con el tricolor nacional en mano– mientras uno de ellos canta y el otro hace los sonidos rítmicos de acompañamiento o feedback. Sus manos, colocadas a manera de parlantes cerca de la boca, son los únicos instrumentos de los que se valen en sus presentaciones subterráneas, que suelen culminar con un: “Señores pasajeros, quiero los aplausos para estos dos raperos”.


Un trabajo realizado por mipunto.com le permitirá obtener más información sobre los orígenes del hip-hop, en Venezuela y el mundo, así como sobre la jerga usada por los raperos.

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